El día
23 tuvimos la primera sesión de formación con Alfonso López-Fando.
Nos presentó
el objetivo fundamental de su trabajo: Qué es el liderazgo emocional y su
relación con la inteligencia emocional.
Es necesario conocer y reconocer en nosotros las emociones
para dirigirlas y no dejarnos "arrastrar por ellas" y hacernos dueños de la situación.
Nos
planteó estos objetivos para el trabajo:
- Crear un espacio de
reflexión sobre quienes somos
- Situar las emociones en la
persona y en el grupo
- Conocer las emociones y
sus dinámicas específicas para aumentar nuestras competencias
emocionales
- Ofrecer claves y recursos
a cada uno y como grupo para gestionar las emociones y aumentar nuestra
competencia como líderes emocionales
En esta
primera sesión nos centramos en los dos primeros: conocer quiénes somos y dónde
se sitúan las emociones.
Para
profundizar en el conocimiento de la estructura de la persona, recurrió a la
imagen del carruaje: Comparamos al
ser humano con un carruaje que representa nuestro cuerpo; un cuerpo que nos acompaña en toda nuestra existencia y es
testigo de todas nuestras vivencias. Hay una memoria corporal de todo lo vivido.
Este
carruaje no se movería sin una energía; los caballos que tiran de él. Son las
emociones que nos "mueven", nos llevan cada una a su ritmo; pero si
dejáramos a estos "caballos" a su libre albedrío el carruaje se
podría desbocar, ir sin dirección. Es imprescindible que alguien lo
dirija, que haya un “cochero” que los oriente y les marque el ritmo
para que no destrocen el carruaje. Es nuestra cabeza. El pensamiento
que nos dice que tenemos que hacer, que conviene y que no
Precisamente
es en el diálogo entre "cochero" y "caballos" en el que
radica nuestra inteligencia emocional: conocer nuestras emociones y saber
orientarlas hacia las metas que nos proponemos del mejor modo posible.
Sin
embargo, este mapa del ser humano quedaría incompleto si no incluimos otro
elemento: el "pasajero". Es nuestro yo, nuestra esencia, es una
dimensión profunda del ser humano que puede elegir en libertad para saber dónde
quiere ir. Una vez elegido el “destino”, la meta , es necesario
equilibrar carruaje, cochero y caballos para llegar a él; esto es, cuerpo,
mente y emoción tienen que alinearse para lograr el objetivo elegido.
Estuvimos
trabajando en este punto con el propósito de hacernos conscientes de cómo
nuestros deseos están limitados por una realidad; en ella encontraremos muchas
o pocas posibilidades de realizarlos. Pero más allá de ello siempre está la
posibilidad decidir cómo hacer frente a nuestra realidad, cuál será mi actitud :
“no puedo elegir lo qué sucede, pero si cómo vivirlo”
Cuando
elijo algo actúa desde lo que “quiero” que no es lo mismo que “hacer lo que me
apetece”: elegir algo implica que me responsabilizo de mi elección, de
sus consecuencias, del esfuerzo por lograrlo. Seguir la apetencia es un “dejarme
llevar” por un deseo momentáneo que, si está en contra de lo que he elegido me
va a proporcionar sensaciones y emociones de malestar y culpabilidad; a pesar
de que mi “cochero” busque
racionalizaciones para justificarlo.
En
definitiva, dependiendo del modo cómo estructuren mis deseos, mi realidad y mis
elecciones, así serán mis emociones.
Estas
emociones serán la energía que me mueva a la acción. En la medida en que asumo
mi elección, surge la responsabilidad a la que mejor deberíamos llamar “respons-habilidad”:
la habilidad de responder, de dirigirme a lo que quiero y he elegido.
El valor de una persona es la suma de sus conocimientos y habilidades que se multiplica (o se divide) por su actitud; compuesta, a su vez, de la motivación (emociones) y la voluntad
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