En la última sesión de trabajo con Alfonso López-Fando nos centramos en cómo trabajar la emociones a través de las competencias de la Inteligencia emocional
A veces nos resulta difícil reconocer nuestras emociones porque
estamos demasiado acostumbrados a trabajar en el ámbito cognitivo, a buscar una
comprensión racional de lo que nos pasa.
Las emociones son “señales” de nuestras necesidades. Por ello, si
nos quedamos en ellas, en el ámbito del “sentir”,
no podemos acceder a lo que hay debajo.
El trabajo con las emociones requiere incorporar los seis principios
de la inteligencia emocional:
- AUTOCONCONCIENCIA. Capacidad de ser consciente de lo que siento y de lo que sienten los demás.
- AUTOCONFIANZA. Aceptación personal de que hay
- AUTOCONTROL. Hacer frente de forma positiva a los impulsos emocionales y de conducta para poder regularlos
- AUTOMOTIVACIÓN. Plantear objetivos y trazar planes para poder alcanzarlos
- Mostrar EMPATÍA y comprender los puntos de vista de los demás
- HABILIDAD SOCIAL. Utilizar las dotes sociales positivas a la hora de relacionarse.
Cada una de
estas competencias es independiente de las otras. Podemos puntuar muy alto en
alguna de ellas y, por el contrario en otras nuestro resultado será bajo. Es importante conocer
en cuáles puntuamos menos para trabajar en ellas pues es necesario un
equilibrio. Por mucho que insistamos en una de ellas no vamos a ampliar las
otras. A veces insistimos en trabajar
las que dominamos, precisamente, por eso, porque nos resultan más fáciles de
manejar. Esto no nos permitirá seguir “creciendo”.
De las 6 competencias de la IE, cuatro están dirigidas hacia uno mismo. Se refieren a la inteligencia que Gardner denomina “intrapersonal” conocernos, conocer nuestras emociones y saber motivarnos o demorar la recompensa.
Las otras dos están dirigidas a los otros: “inteligencia Interpersonal” referida a la relación con los demás,
a ser conscientes de las emociones ajenas y saber mantener una adecuada
relación con los otros.
Esta diferencia en las competencias de la IE pone de manifiesto la importancia de la “mirada
interna”, de la necesidad de “invertir” el conocimiento de uno mismo: si
tengo un adecuado conocimiento de mí mismo, una aceptación de quien soy y un respeto profundo de mi ser, entonces, de forma paralela, surgirá de mí una aceptación
y un respeto hacia el otro.
A la hora de educar invertimos, más en conductas correctas, en mostrar
conductas adecuadas hacia los demás que en el conocimiento de nosotros mismos.
Por ejemplo, en ocasiones, queremos que los niños pidan perdón por algo que han
hecho, sin invertir esfuerzos en sentir ese perdón. Queremos que lo expresen para solucionar un conflicto.
Cuando lo hacen quedamos satisfechos pero ni el ofensor lo siente ni al
ofendido le llega. En cierto modo podemos decir que este tipo de educación
fomenta un comportamiento educado, pero hipócrita; no surge del reconocimiento
de la emoción, ni mucho menos del conocimiento de nuestras necesidades y del
respeto a la de otros.
En definitiva, para tener inteligencia emocional hay que empezar con
uno mismo. Si trabajo conmigo mismo mis reacciones serán ajustadas a mis
emociones y podré satisfacer mis necesidades al tiempo que podré entender las
de los otros.
La inteligencia emocional se desarrolla, se aprende y se puede educar
de tal modo que nuestro nivel en cada una de las competencias dependerá del trabajo
interior que hayamos hecho cada uno. Es necesario trabajar todos los principios que hemos indicado que
forman la IE.
ACTIVIDADES.
Para la autoconciencia o
autoconocimiento.
En esta competencia tenemos que aprender a conocer las emociones, a
ponerles nombre para así poderlas reconocer en nosotros mismos.
“El dominó emocional”. Cada ficha tiene, como las del dominó tiene una parte en la que se describe una situación y otra con el nombre de una emoción. Se trata de encontrar la emoción que corresponde a la situación y la situación que corresponde a la emoción hasta completarlo
Para el autocontrol
Si aprendemos a conectar con una emoción de forma adaptativa podemos
llevar a cabo conductas adecuadas a la situación, actuaremos con inteligencia emocional.
Esto es mío
Por parejas agarramos cada uno un
lado de un cojín y tenemos que defenderlo diciendo “esto es mío”. El objetivo es tomar conciencia de cómo
defendemos nuestra posición, cómo gestionamos la asertividad o cómo nos
sentimos cuando tenemos que decir no a alguien. No es lo mismo defender que
atacar; para defender lo nuestro no es necesario atacar al otro. Se trata de
gestionar la ira con asertividad y no como ataque.
Esto es tuyo
En ocasiones el autocontrol viene de la autoexigencia: nos imponemos
más de lo que podemos, más de lo que nos corresponde. Muchas veces para
satisfacer un “ideal” personal que nos hemos formado. No es exigimos demasiado,
nos imponemos mucho más de lo que podemos y podemos llevar a cabo un control
externo de nuestros estado emotivos, podemos ejecutar muchas conductas para
adecuarnos a “eso” que debemos ser, pero… y nosotros ¿dónde quedamos? ¿Qué pasa
con nuestras necesidades y emociones? Quedamos sepultados bajo el peso de lo
asumido sin criterio, ocultos bajo la responsabilidad sin poder atender a
nuestras emociones y necesidades. Muchas veces sin poder verlas.
Respecto a la educación en la competencia emocional del autocontrol,
Alfonso nos propone un símil con la forma en que los adultos enseñamos a
controlar los esfínteres a los niños.
En ese proceso, lo primero que tenemos que hacer es atender a las
necesidades del cuerpo. Estas señales pueden ser muy obvias, tanto que los
demás las perciben, se muestran (imaginad un niño pequeño, o incluso nosotros
cuando necesitamos orinar: movimiento de las piernas, encogemos la zona
pélvica…). Muchas veces el niño, concentrado en otras cosas, realizando otras
actividades más interesantes no se da cuenta de esas señales, pasan
desapercibidas (incluso a nosotros nos sucede en muchas ocasiones).Cuando las
percibimos, cuando las sentimos tenemos que identificarlas, ponerle nombre y
una vez identificada ir a un sitio donde podemos llevar a cabo la acción
adecuada: “podemos soltar”
A nivel educativo, invertimos mucho esfuerzo con lo que tiene que ver
con lo visceral, como en el caso del control de esfínteres. Sin embargo, con las emociones, no hacemos una inversión similar. Por eso, cuando
experimento una emoción, puede que ni me dé cuenta (cómo vimos en la primera
sesión: no percibo la señal) o, dándome cuenta, no identifico “qué me pasa”, no
puedo ponerle nombre. Así, al final “guardo”,“mantengo” la emoción sin saber qué
hacer con ella, sin soltarla cuando corresponde hasta que exploto: “tengo una
diarrea emocional” en la que sale lo que corresponde y lo que no. Por ejemplo,
cuando me enfado, lo acumulo y lo acumulo y cómo no encuentro lugar o espacio
donde soltarlo exploto en cualquier lugar y en cualquier momento, sea adecuado
o no. Es el caso de las reacciones desproporcionadas que se producen porque se
necesita descargar la energía y no se ha habilitado el lugar y el modo de
descargarlo.
Al contrario que en lo visceral, donde hemos creado lugares específico para “eliminar
lo que nos sobra”, en el ámbito emocional no lo hemos hecho; no hemos enseñado
a cómo descargar la energía emocional de forma adecuada en un momento y lugar oportuno.
La educación emocional también requiere este proceso formativo que nos
ayude a regular las emociones: cabrearme cuando toca cabrearme, estar triste en
el momento y el lugar donde toca, etc., descargarme cuando pueda y donde sea
adecuado hacerlo para que todo “salga” de la mejor manera posible.
“Cualquiera puede
enfadarse. Eso es algo muy sencillo, pero enfadarse con la persona adecuada, en
el momento preciso en el grado exacto, con el propósito justo y del modo
correcto, eso, ciertamente, no resulta tan fácil”
Aristóteles
Fantástica síntesis!!
ResponderEliminarMuchísimas gracias, casi he vivido el peso de los cojines y he visto cómo la pelvis se encogía :-)